No es fácil escribir «QWERTY» en un teclado qwerty (como se conoce al teclado tradicional).
Mi dedo meñique de la mano izquierda sostiene la tecla de mayúsculas y los otros dedos se arrastran torpemente de lado, cual cangrejo, a través de la fila superior de letras. Q-W-E-R-T-Y.
Este ejemplo sirve para mostrar que sí importa dónde se encuentran las teclas en tu teclado. Hay buenas combinaciones y malas.
Mucha gente piensa que el orden de las letras en el teclado qwerty es malo. Y que, de hecho, fue diseñado deliberadamente para ser lento y torpe.
¿Podría ser verdad? ¿Y por qué es algo sobre lo que discuten los economistas?
Resulta que el tema es más importante de lo que parece.
Pero comencemos por tratar de entender por qué alguien pudo haber sido lo suficientemente perverso como para querer ralentizar a los mecanógrafos.
A principios de la década de 1980, persuadí a mi madre, Deb, para que me dejara usar su máquina de escribir mecánica, un artilugio milagroso que me permitiría deshacerme de mi horrible caligrafía.
¿Reducir la velocidad?
Cuando presionaba una tecla, una palanca se levantaba desde detrás del teclado y golpeaba con fuerza contra una cinta entintada, apretando esa tinta contra una hoja de papel.
En el extremo de la palanca había un par de letras invertidas -una minúscula y una mayúscula- en relieve.
Descubrí que si presionaba varias teclas a la vez, las palancas se disparaban al mismo tiempo hacia el mismo lugar.
Para un niño de nueve años era algo divertido. Para un mecanógrafo profesional no tanto.
Escribir 60 palabras por minuto (ppm) -algo sencillo para un buen mecanógrafo- significa cinco o seis letras que golpean el mismo lugar cada segundo.
A esa velocidad, es posible que se deba reducir la velocidad del mecanógrafo por el bien de la máquina de escribir. Eso es lo que supuestamente hizo qwerty.
Sin embargo, si qwerty realmente fue diseñado para ser lento, ¿por qué el par de letras más usados en inglés, T y H, son contiguas y están justo debajo de los dedos índices? La trama se complica.
El padre del teclado qwerty fue Christopher Latham Sholes, un impresor de Wisconsin, en Estados Unidos, que vendió su primera máquina de escribir en 1868 al Porter’s Telegraph College, en Chicago. Este dato es importante.
Operadores de telégrafos
El qwerty fue diseñado para la comodidad de los operadores de telégrafos que transcribían el código Morse; por eso, por ejemplo, la Z está al lado de la S y de la E, porque Z y SE no se distinguen en el código Morse estadounidense.
El receptor del telégrafo pondría sus dedos sobre esas letras, esperando que el contexto aclarara todo.
Así que el teclado qwerty no fue diseñado para ser lento. Pero tampoco fue diseñado para tu conveniencia o la mía.
Entonces, ¿por qué todavía lo usamos?
La respuesta más sencilla es que qwerty ganó una batalla por el dominio en la década de 1880.
El diseño de Sholes fue tomado por E. Remington and Sons. Ellos le dieron los últimos toques y lo empezaron a vender por US$125 (hoy unos US$ 3.000), varios meses de sueldo para las secretarias que lo habrían usado.
No era la única máquina de escribir que existía: se ha dicho que Sholes fue el «52º hombre que inventó la máquina de escribir», pero el teclado qwerty salió victorioso.
La empresa Remington astutamente proporcionó cursos de mecanografía para el teclado qwerty y cuando se fusionó con cuatro de sus principales rivales en 1893, todos adoptaron lo que pasó a conocerse como «el diseño universal».
Diseños más lógicos
Esta breve lucha por el dominio del mercado estadounidense en la década de 1880 terminaría determinando cómo se ve el teclado en los iPads de hoy.
Nadie en esa época pensaba en nuestros intereses, pero sus acciones terminaron controlando las nuestras.
Y eso es una pena, porque existen diseños más lógicos: notablemente el Dvorak, diseñado por August Dvorak y patentado en 1932.
Favorece la mano dominante (hay diseños para diestros y zurdos) y agrupa a las teclas más utilizadas.
La Armada de EE.UU. realizó un estudio en la década de 1940 que demostró que el Dvorak era muy superior y que capacitar a los mecanógrafos para usar ese diseño bien valdría el costo.
Entonces, ¿por qué no nos cambiamos todos al teclado Dvorak? El problema fue coordinar el cambio.
Qwerty había sido el diseño universal desde antes de que existiera el Dvorak.
La mayoría de los mecanógrafos estaban entrenados para usar el qwerty. Cualquier empleador que inviertiera en una máquina de escribir costosa naturalmente elegiría el diseño que la mayoría de los mecanógrafos podrían usar, especialmente cuando las economías de escala lo convirtieron en el modelo más barato del mercado.
Los teclados Dvorak nunca tuvieron una posibilidad.
Tema de economistas
Y ahora podemos entender por qué este tema les interesa a los economistas. Muchos sostienen que qwerty es el ejemplo por excelencia de algo que ellos llaman «efecto cerrojo» (lock in).
No tiene que ver únicamente con máquinas de escribir.
Tiene que ver con Microsoft Office y Windows, con cómo Amazon controla el vínculo entre compradores y vendedores en el comercio minorista online y con el dominio de Facebook en las redes sociales.
Si todos tus amigos están en aplicaciones de Facebook como Instagram y WhatsApp, ¿eso no te deja encerrado como un mecanógrafo que está obligado a usar qwerty?
Esto es algo importante, El cerrojo es el amigo de los monopolistas y el enemigo de la competencia, y puede requerir una respuesta contundente de los reguladores.
Pero tal vez los estándares dominantes son dominantes no por el cerrojo, sino porque las alternativas simplemente no son tan convincentes como nos imaginamos.
Considere el famoso estudio de la Armada que demostró la superioridad del teclado Dvorak.
Dos economistas, Stan Liebowitz y Stephen Margolis, desenterraron ese estudio y concluyeron que tenía muchos defectos.
Efecto cerrojo
También levantaron una ceja al ver el nombre del hombre que supervisaba el estudio: el principal experto en tiempo y movimiento de la Marina, un teniente comandante… August Dvorak.
Liebowitz y Margolis no niegan que el diseño de Dvorak pueda ser mejor: los mecanógrafos alfanuméricos más rápidos del mundo utilizan el diseño de Dvorak.
En 2008, Barbara Bradford logró mantener una velocidad de 150 palabras por minuto durante 50 minutos, y alcanzó una velocidad máxima de 212 ppm mediante el uso de dicho teclado.
Pero los expertos no estaban convencidos de que este fuera un ejemplo para una sociedad desesperada por cambiar a un estándar muy superior pero era incapaz de coordinar el cambio.
Y, de hecho, en estos días, la mayoría de nosotros tecleamos mensajes en dispositivos electrónicos que te permiten cambiar la distribución del teclado. Windows, iOS y Android ofrecen diseños Dvorak.
Ya no necesitas persuadir a tus compañeros de trabajo, a otros empleadores y a las escuelas de secretaría para que hagan el cambio contigo. Si quieres, puedes usar otro teclado. Nadie más se dará cuenta.
Sin embargo, la mayoría de nosotros nos quedamos con el qwerty. La puerta ya no tiene cerrojo, pero no nos molestamos en escaparnos.
El efecto cerrojo parece estar consolidando la posición de algunas de las compañías más poderosas y valiosas del mundo hoy en día, como Apple, Facebook y Microsoft.
Tal vez esas cerraduras sean tan irrompibles como parecía ser el qwerty.
O tal vez esas empresas corren el riesgo de que los consumidores inquietos se vean tentados por algo mejor y fuercen el cerrojo.
Después de todo, no fue hace tanto que a muchos les preocupaba que los usuarios quedaran encerrados en MySpace.
Tim Harford escribe la columna «Economista clandestino» en el diario británico Financial Times. El Servicio Mundial de la BBC transmite la serie 50 Things That Made the Modern Economy. Puedes encontrar más información sobre las fuentes del programa y escuchar todos los episodios o suscribirte al podcast de la serie.
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