Mayo de 2015, más de 200 mil antílopes saiga caen fulminados en Kazajstán en el transcurso de unas pocas semanas, el 60% de la población del planeta. Los investigadores no entienden qué ha podido ocurrir y se inicia una profunda investigación. Tres años después, el enigma parece resuelto.
En realidad, no era la primera vez que sucedía algo parecido. En mayo de 1998, 270.000 antílopes saiga, los Saiga tatarica, murieron en circunstancias similares, y en mayo de 2010, 12.000 animales murieron de una manada de 26.000. En ambos casos, los investigadores no pudieron alcanzar el hábitat remoto y accidentado de los antílopes para descubrir la razón que los llevó a la muerte.
Sin embargo, en aquel momento ya se pensó que el culpable era una infección bacteriana llamada pasteurelosis. Poco después, un equipo internacional de investigadores confirmaba que esa fue la causa, como mínimo, del incidente de 2015. Al parecer, los animales murieron de septicemia hemorrágica (envenenamiento de la sangre), causada por la bacteria Pasteurella multocida tipo B.
Dicho esto, había un detalle que no cuadraba: hasta mayo de 2015, esas bacterias habían estado viviendo en el interior de los antílopes de manera bastante inofensiva. ¿Cómo podía ser?
La solución ha llegado tres años después de los eventos. El estudio del equipo cuenta que se dieron una mezcla de circunstancias, individualmente inofensivas, pero juntas letales para los animales.
Los investigadores pudieron rastrear el comienzo del evento, un clima inusualmente cálido y húmedo. Esto, a su vez, desencadenó una invasión oportunista en el torrente sanguíneo por parte de la bacteria, la misma que hasta entonces se había mostrado inofensiva.
Resulta que mayo es la época del año en la que los antílopes saiga tienen a sus bebés, y además hay que pensar que tienen a las crías más grande de toda las especies de ungulados, lo que significa que las madres ya están fisiológicamente estresadas, y todos los recién nacidos son más vulnerables.
Al observar los datos meteorológicos históricos, encontraron el mismo patrón en dos eventos previos de mortalidad en masa: el de 1988 mencionado anteriormente, y otro en 1981 en el que murieron 70.000 animales. Una vez extendida sobre la estepa de Eurasia, la población de antílopes saiga ha disminuido a solo un lugar en Rusia y tres en Kazajstán.
Cuentan los investigadores que estos eventos de mortalidad en masa podrían seguir ocurriendo, amenazando la supervivencia a largo plazo de una especie que ha estado en la Tierra desde el Pleistoceno tardío, hace casi 100.000 años. Aunque no está del todo claro de qué forma el aumento de la temperatura y la humedad desencadenó la bacteria, no tienen dudas de que lo originó.
Sin embargo, el estudio finaliza de forma preocupante, ya que “incluso si pudiéramos predecir cuándo ocurrirían estos fenómenos meteorológicos, sería imposible prevenirlos, o administrar penicilina a rebaños enteros de antílopes en las remotas estepas de Kazajistán”, sentencia el estudio. [NPR]
Fuente: es.gizmodo